La mejor manera de recordarte
es pensando en el ayer.
En esas mesas adornadas
aunque sólo fueran para tres.
En el cobijo de tu lugar
donde invariablemente te íbamos a hallar.
En los adornos que te gustaba llevar
aunque te enojaste tanto con los del final.
En los domingos de sol, o fiestas de guardar
donde el solo o perdido un lugar en tu mesa
podía hallar.
En esos cambios de humor que nos hacían pasar...
del festejo con souvenires,
a no querer un arbolito de Navidad.
Personaje sin igual, señora elegante,
hasta para sentarte en la puerta y nada más.
Te agradezco con alma y vida....
Que en tu corazón haya tenido un lugar.
Que tus pastas tan ricas me invitaras a almorzar.
Que mi hija en tu vida ocupara un lugar especial
Que al quedar sin familia, hace mucho tiempo atrás...
Me hayas acogido en la tuya, como si fuera una más.
A Hilda, con toda la alegría de que por fín esté en paz.
Patricia, junio de 2006.
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